Para una gran cantidad de personas que deambulan sobre este bendito planeta la Música es su alimento espiritual diario.
Pueda ser que no crean en un
dios invisible, pero el Espíritu invisible de la música los impulsa a seguir
adelante.
Puede que no tengan para
comer, pero nada puede impedir que escuchen Música. Y aunque la música que
escuchen no sea lo que tantos consideramos Música sino música “de segunda”, con
minúscula, para ellos es algo que los motiva, los alegra, los entretiene. Tal
vez sea lo único que conozcan.
Así como nosotros no
comprendemos (o nos negamos a comprender esa música), ellos no comprenden, no
les gusta o se niegan a escuchar y tratar de comprender nuestra Música.
Entonces terminamos estando
separados por aquello que debiera unirnos.
Hace unos días se suscitó una
polémica por los dichos de Lali Espósito sobre Javier Milei. La opinión de ella
era sobre un político cuyas ideas no le agradan y le parecen peligrosas y
perjudiciales para el interés general y él respondió diciendo que no sabe quién
es ella, y que “Escucha a los Rolling Stones”.
Así que me puse a pensar: “¿Cuál
es el valor de “escuchar” a este o a aquel otro si lo que te inspira es tan
engañoso que tu personalidad no mejora y te hace creer que sos superior a los
demás?” “¿No es acaso tan perjudicial como cualquier droga adictiva?”